Mi hijo tiene 10 año s y ya lo atiendo en psicología

Mi nombre es Ana Rosa Ledea Ríos, soy enfermera general. Vivo en calle San José 116, apto azotea, entre Industria y Consulado, Centro Habana, La Habana, Cuba.

Mi hijo tiene 10 años y ya lo atiendo en psicología porque esta cruda situación lo tiene ya muy afectado. Es marginado en su escuela, lo excluyen de actividades colectivas y le son negados sus reconocimientos estudiantiles. Por desgracia en nuestra casa la situación no es mejor, cada vez que nos visita un oficial de la Seguridad del Estado, él se me aterra pensando que se llevarán a su madre presa. Se espanta cuando salgo sola.

Si algo me le sucediera, ¿quién me lo va a lamentar?

Lo que más deseo en la vida es que mi hijo salga al fin de este país, y es hasta contradictorio: lo quiero lejos de aquí, y lo quiero junto a mí. Desearía que se fuera aunque solo pueda verlo en fotos o tocarlo en mis recuerdos. Es duro; pero hasta me han amenazado con quitarme a nuestro hijo.

Con mi marido pasa igual, pero salvando distancias. Consigue trabajitos ocasionales y, cuando pasan los días, regresa la monotonía: los empleos se le niegan y rescinden sus contratos por razones que, como de costumbre, son urgentes y misteriosas. Nadie nos dice en la cara, pero nos dejan saber. Y luego, como en ese viejo cuento de la gallina y el huevo; en cuanto pierde el trabajo, pasa la Seguridad y lo amenaza con aplicarle la “Ley de Peligrosidad”.

Esta situación se nos torna cada día un tanto más insoportable. Por mi cabeza pasan cosas que no quisiera pensar. Vivimos aterrados, constantemente preocupados.

A mí aún no me han negado el permiso de salida pero no puedo salir. Fui una de las personas que un día del 2003 intentó llevarse una lancha con el único motivo de largarme de este país para vivir en libertad.

Fue público, y mundialmente conocido, el mensaje que en aquel momento El Papa Juan Pablo II le enviara a Fidel Castro: “…Su Santidad me ha encargado que pida a Vuestra Excelencia que tenga a bien considerar un significativo gesto de clemencia hacia los condenados…”. Pero público fue también, y mundialmente conocido, el “significativo gesto de clemencia” que tuvo el gobierno cubano para con los sancionados. Tres muchachos fusilados; otros fueron condenados a Cadena Perpetua; pero todos los implicados, como yo, hoy cargamos un imborrable cartel de “Terrorista” que pesa mucho y marca demasiado. Tanto pesa y marca tanto, que estas son las santas horas en que no existe un gobierno que nos acepte como lo que deberíamos ser: Refugiados.

Ya he escrito muchas cartas, ya he llorado, ya he gritado. Les imploro, por favor, necesito que me quiten el cartel de “Terrorista” para poder emigrar. Para que mi pobre hijo pueda un día sonreír.

~ por Juan Juan Almeida en marzo 5, 2010.